Relato: «Vivir» (Concurso historias de superación contra el cáncer)

Me levanto y sé que algo dentro de mí ha cambiado,  es casi una intuición dañina e inesperada. Mi cara frente al espejo refleja la misma imagen que el día anterior. Soy joven y feliz, la tez se inunda de eso y exhibe un rostro de alguien radiante y exitosa.

 

Al volver a la cama, de finas ondas de sábanas azules revueltas, veo a mi novio. Sé que será el definitivo. Le revuelto el cabello rubio enmarañado y sus ojos, aún  soñoliento si expresan  deseo.

La desnudez se hace presente y mi primer signo de cambio, también. Un pequeño bulto en el pecho me pilla desprevenida. La alegría de la mañana ha desaparecido pues el aire puntiagudo y agrio de la incertidumbre lo ha hinundado todo.

 

El médico que me atiende tras unas pruebas se rasca de forma nerviosa el cuello y se afloja la camisa. Carraspea varias veces y no puedo evitar saber lo que va a decir.  Lo hace, me diagnóstica cáncer  de mama.

 

Salgo a la calle y el mundo no parece igual. Llamo a mi novio, no contesta. Tampoco lo hace muchos días más tarde. No está dispuesto a lidiar con lo que yo no tengo más remedio.

 

La operación no se hace de esperar y después el duro tratamiento…

 

Me miro al espejo. No soy la misma.  Mi pelo es más sombra que otra cosa. Una gran cicatriz cruza mi pecho izquierdo. Pienso en derrumbarme y, en ese preciso momento, noto mi propio latido.

 

¿No sería demasiado egoísta? Vivir lamentándose por una cicatriz que me ha dado la vida. Vivir triste por un hombre que, sin duda, no lo merecía.

Decido que  eso no es para mí. Lo que sí está  en mis planes es VIVIR. Disfrutar cada momento,  ser agradecida por la oportunidad,  ayudar a quienes no lo pueden superar en su proceso, y explicarle a cada una de las personas que vayan y sean diagnosticadas de cáncer  de mama que…pueden vivir. Que son personas enfermas y que tiene solución. Que el mundo no se acaba para ellas.  El pelo  crece, la fuerza se ejercita, y el amor  es incondicional …